CORACORA: EL IDILIO ETERNO

("Bosque" foto by: Helmut Jerí)

Cada vez que vuelvo, mi visión sobre el universo, da un vuelco ostensible, y el alma se viste de traje....

De mi abuelo y mi padre heredé el amor por las letras, de mi madre el amor por la vida y de mi tierra Coracora, la fuerza para buscar con terquedad los sueños más caros. Me hice poeta entre calles sin asfalto, entre árboles y lluvia, entre cerros con silueta de mujer, ríos y mil estrellas al alcance de la mano.

Mi pueblo está plagado de niños y perros felices, de mujeres y hombres longevos, el tiempo se ha detenido en sus avenidas, nadie interrumpe el descanso de los borrachos en las calles, soñar es patrimonio de mi gente. Los charcos cuentan leyendas extraordinarias sobre nuestros antepasados, las paredes registran cientos de historias románticas. Amamos por primera vez en un bosque, entre eucaliptos y pájaros cómplices, corrimos de San Marcos hasta Chumpi para despedir a un ser querido, y tocamos el cielo desde lo alto del Pumahuiri. Tenemos una virgen tan milagrosa que hace llorar a los impíos, tenemos una laguna que parece el ojo de Dios y cientos de cerros vigías. El día tiene 36 horas, la noche dura lo que el corazón mande, y la vida dura dos vidas. En Coracora, solo se muere de vejez y por ninguna otra causa. El tañido de una vieja campana ubicada en lo alto de la iglesia, se encarga siempre de llevar la noticia del duelo.

Mi pueblo está detenido en el tiempo gracias al gentil auspicio de los apus, todavía es posible que nuestros hijos y nietos, bajen al río santa Bárbara en paccpa y que al regresar, lo hagan balanceándose en las ramas de los árboles, mientras los chihuacos y tuyas anuncian la venida de nuevas lluvias.

Las hermosas niñas serranas, llevan en sus apaschas el pasado, y con las huellas de sus ojotas dejan listo el campo para que otros siembren el futuro y siempre hay “esos otros” tomando la posta de los que se van, cumpliendo inexorablemente este ciclo maravilloso.

Mi pueblo tiene todas sus calles empinadas por dos motivos: Primero, para que ninguna lágrima se empoce, y después, para que la felicidad ruede sin parar de puerta en puerta. Desde mi balcón se le puede rascar el ombligo a la luna, apagar las estrellas con un click y siempre se correrá el riesgo de caer en lo profundo del cielo diáfano, si se le mira demasiado tiempo.

Mi pueblo ha derramado su sangre en épocas de conflicto armado, ha caído herido, innumerables veces, pero ha sabido levantarse siempre, para seguir batallando, como nuestros hombres valientes que siguen forjando la tierra día a día, como las mujeres que sacan adelante a sus hijos y los convierten en estrellas de nuestro cálido cielo celeste.

Coracora no es la madre que me parió, Coracora es la madre que me adoptó con todo ese calor de sus valles, me albergó y me ayudó a burilar, la sensibilidad y el amor por lo simple, amamantó mis deseos y peinó mis penas. Me regaló la mejor infancia posible, y me cobijó en su regazo cuando cundió el peligro. Coracora es ese rincón entrañable, que sigue acunando con la suave melodía de sus guitarras y las voces místicas de sus cantores eternos.

Cuando vuelvo a mi tierra, miro el mundo con optimismo y pienso: Todavía es posible ser completamente feliz. El alma se viste de traje, para celebrar la fiesta del retorno...