Cuando nuestros hermanos
se han ido ya, a la mala
elevamos plegarias
sollozantes, quejumbrosas
y queremos hallar si
quiera
un pedazo de piel
pero no,
el anfo ha disuelto hasta
sus huellas
no le pidamos al cielo
cuando se han ido
pidámosle cuando aun
están con nosotros, que
mañana al salir el sol
en el camino
puede que la muerte
se vuelva sobre sus
cuerpos
Bogota, Beslan, Huanta,
seis letras, la misma
sangre, el mismo mal
si uniéramos nuestras
plegarias,
quizá y solo quizá
por la fuerza de la
mayoría,
se agolparan nuestros
ruegos
entonces a una sola voz,
habremos de gritar:
Padre nuestro
que te haces el ciego
sacrificados
somos los hombres
ve como estallan los
cuerpos
desde Madrid
a Bagdad
entre la tierra
yacen los restos
de los muertos que cada
día
arrancan dolor
perdona estas ofensas
como también nosotros
perdonamos tu abandono
y no dejes morir tu
creación
más libra tu piedad. Amen.
(Poema extraído del libro: "La última estación" - Editorial Zignos - Perú - 2008)
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