Los andamios casi vacíos,
las vitrinas y mostradores llenos de polvo, una triste ruma de productos en
remate – algunos casi vencidos – amontonados en una mesa ubicada en la parte de
adelante, es lo que queda de una otrora exitosa y rentable bodega. Que nostalgia
me causa ver un negocio quebrado, es como un sueño roto o incumplido, como una
muerte inesperada, un proyecto frustrado, la decadencia y muerte de uno mismo.
Algunos de nosotros crecimos comprando en esa
tiendita de la esquina, siempre
estuvo ahí, desde nuestras primeras golosinas hasta el chocolate para
impresionar al primer amor, después, la leche para nuestros hijos y las
primeras golosinas de nuestros hijos y así... Pero si todo es cíclico, esta no
es la excepción. Y a pesar de los años de éxito como en este caso, es inevitable pensar en el fracaso, ese pié
grande al que le tememos la mayoría y
por el que muchas veces huimos de nuestros grandes sueños incluso antes de empezar
a trabajar en ellos, el mismo por el que nos escapamos de aquello que realmente
amamos. De hecho, es más fácil no intentar que fracasar en el intento. Y pensar
que hay gentes que han emprendido negocios exitosos utilizando el fracaso de
otros: Motivadores, coaching, oradores, charlatanes, mercachifles y hasta
fundadores de sectas y seudoreligiones, todos listos para enseñarnos a ¿no
fracasar? Y yo me pregunto siempre si la
vida personal de estos sujetos son la purita felicidad. ¿Pero realmente debemos
huir del fracaso o enfrentarlo abiertamente? Si casi a diario estamos expuestos
a fracasar en algo más o menos importante: un despido laboral, un hijo que se
equivoca en el camino, un país que elige mal, un pueblo sin educación, una
ciudad sin cultura, una derrota deportiva, un libro inconcluso, un objetivo
académico sin terminar, un beso que nunca llega, la lluvia que no alcanzamos a
disfrutar por estar metidos en una oficina. Una historia de amor que se acaba
repentinamente.
Somos como esas bodegas de
barrio, los éxitos serán breves, temporales o tal vez duraderos pero difícilmente
eternos, el fracaso en cambio, siempre estará merodeando. Ganar y perder. Eso
es vivir…
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