LA PRIMERA ESTACION

ESCRIBIR PARA SER ESCLAVOS, LEER PARA SER LIBRES...

18.3.15

NACIDOS PARA PERDER

Los andamios casi vacíos, las vitrinas y mostradores llenos de polvo, una triste ruma de productos en remate – algunos casi vencidos – amontonados en una mesa ubicada en la parte de adelante, es lo que queda de una otrora exitosa y rentable bodega. Que nostalgia me causa ver un negocio quebrado, es como un sueño roto o incumplido, como una muerte inesperada, un proyecto frustrado, la decadencia y muerte de uno mismo. Algunos de nosotros crecimos comprando en esa tiendita de la esquina, siempre estuvo ahí, desde nuestras primeras golosinas hasta el chocolate para impresionar al primer amor, después, la leche para nuestros hijos y las primeras golosinas de nuestros hijos y así... Pero si todo es cíclico, esta no es la excepción. Y a pesar de los años de éxito como en este caso,  es inevitable pensar en el fracaso, ese pié grande  al que le tememos la mayoría y por el que muchas veces huimos de nuestros grandes sueños incluso antes de empezar a trabajar en ellos, el mismo por el que nos escapamos de aquello que realmente amamos. De hecho, es más fácil no intentar que fracasar en el intento. Y pensar que hay gentes que han emprendido negocios exitosos utilizando el fracaso de otros: Motivadores, coaching, oradores, charlatanes, mercachifles y hasta fundadores de sectas y seudoreligiones, todos listos para enseñarnos a ¿no fracasar?  Y yo me pregunto siempre si la vida personal de estos sujetos son la purita felicidad. ¿Pero realmente debemos huir del fracaso o enfrentarlo abiertamente? Si casi a diario estamos expuestos a fracasar en algo más o menos importante: un despido laboral, un hijo que se equivoca en el camino, un país que elige mal, un pueblo sin educación, una ciudad sin cultura, una derrota deportiva, un libro inconcluso, un objetivo académico sin terminar, un beso que nunca llega, la lluvia que no alcanzamos a disfrutar por estar metidos en una oficina. Una historia de amor que se acaba repentinamente.

Somos como esas bodegas de barrio, los éxitos serán breves, temporales o tal vez duraderos pero difícilmente eternos, el fracaso en cambio, siempre estará merodeando. Ganar y perder. Eso es vivir… 

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