Mi madre encontró dos libros
de religión un poco antiguos refundidos en una caja de cachivaches, después de
una rápida hojeada, descubrimos fácilmente a quien le pertenecían, muchas
páginas tenían garabateados los nombres del propietario más algunos dibujos y
anotaciones llenas de un fervor y convicción propias de un hombre entregado al
Señor. Sí, esos libros eran míos. "Veinte maneras de orar" y
"Devocionario" son los alucinantes nombres de estos singulares
ejemplares. Debo confesar sin vergüenza que sentí un poco de nostalgia, la
última vez que los vi fue hace unos 17 o 18 años, uno de ellos fue un obsequio
de una monja colombiana que me premio por aprenderme algunos pasajes de la
biblia mientras me preparaba para la confirmación; el otro, material que me entregó
la parroquia de mi barrio cuando asumí la labor de catequista. Sí, también fui
catequista antes de graduarme como diablo. Esto me remitió directamente a esa
etapa de mi vida en la que mi fe lo era todo, en que antes de hacer cualquier
cosa pensaba en eso del pecado, los castigos, el infierno, aquellos días en que
mientras los muchachos del barrio miraban a las vecinas que se cambiaban con
las ventanas abiertas de par en par yo me iba corriendo a casa para evitar el
enojo del Altísimo por tamaña abominación. ¡Pero que huevón! - después lo supe
- si Dios no castiga adolescentes voyeristas, él tiene cosas mucho más
importantes que hacer...
Me tomó algún tiempo más
entender esto de la fe, de la religión y de Dios, y cuando lo hice me alejé de la iglesia y del dogma, pues estando
adentro descubrí el lodazal en el que repta el catolicismo, cohabitado por
(algunos) curas pederastas, monjas mesalinas y otras gentes sin moral ni bondad
ni vocación de nada. Supongo que Jesucristo jamás vio venir todo esto, cuando
después de hacer el amor con María Magdalena, se recostaba a meditar y esbozar
las ideas sobre la fundación de su iglesia. Era pues el peregrino un sabio, un
místico, un hombre superior, sin embargo se olvidó que el mundo no está poblado
por seres como él, sino por nosotros, cargados de aberraciones y patologías de
todo orden.
Ahora, ya sumergido en el
budismo, pienso que hay un Dios pero habitándonos, o como decía Santo Tomas en
sus "razones para creer", habitando plantas, ríos, animales y todo
aquello que de la naturaleza nos deslumbra.
Finalmente, creo que lo
irresponsable de todo este asunto está en la forma en la que tratan de
imponernos con fanatismo ideas con las que muchas veces no estamos de acuerdo o
que simplemente ignoramos; ser de tal o cual religión por herencia es una gran
pendejada sugerida por gente inescrupulosa en complicidad con nuestras ingenuas
familias, llevar religión obligatoriamente como curso en el colegio también lo
fue, como lo es cumplir con un sacramento, solo porque nuestros padres así lo
decidieron.
El día en que la religión
deje de imponerse de manera activa o pasiva, con toda seguridad, el mundo
empezará a creer en algo. La voluntad lo es todo. Amen...
Totalmente de acuerdo! Fatal que desde la primera infancia se enseñe a los niños que tienen un papito en el cielo que los ama, que lo ve todo, que les escucha y que le gusta que le recen todos los días. .. Un horror
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