Cuando
las autoridades
Llegaron
al pueblo
Se
inventaron toda suerte
De
cuadros estadísticos
Hubo
de muertos buenos
De
muertos malos
Muertos
por bala
Muertos
por arma blanca
Muertos
de miedo
Muertos
de pena
Muertos
enteros
Muertos
por pedazos
Pero
nadie registró
A
los perros que
Se
perdieron aquellos días
Nadie
fue a reclamarlos
Sin
embargo
Colgaban
sus cuerpos
En
postes
Y
de sus pescuezos yertos
Letreros
en tinta sangre
Rezando:
muerte a los soplones
O
soldado carne de cañón
El
fiscal recogía en una bolsa y con escrúpulo
Cada
letrero
Pero
de los perros asesinados nada se decía
Nadie
sabía a qué hora eran arrancados de los postes
Ni
donde terminaban
La
comisión de la verdad no tiene tal registro
Como
si no se tratara de crímenes
Almas
cuadrúpedas
Sin
derechos constitucionales
A
quienes solo los lloraron
Sus
huérfanos abandonados
O
sus hembras que de tanta espera
Cayeron
fulminadas
O
terminaron vagando
Por
calles y plazas
Hasta
perder la cordura.
Durante
los años del conflicto armado
Era
difícil ser peruano
Pero
ser un perro, fue aún peor…
(Poema extraído del libro "Monólogo de un animal silvestre")
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