Cuando cierra los ojos
empiezo
a morir
y ya
en el último suspiro
los
abre y me salva
por
eso, desde que me ama
no ha
vuelto a dormir
cuando
se calla,
olvido
quién soy
y camino
por donde puedo
caigo
en ciénagas y charcos
y no
importa para mí,
no se
quién soy
pero
ella, sabiendo que la amo
no
deja, no puede hacer silencio
cuando
me suelta
me
desplomo bruscamente
y se
hace mi pobre cuerpo
una
masa inútil
fungiendo
de obstáculo eludible
para
el tiempo y la humanidad
por
eso, desde que el uno sabe
que el
otro sabe que el uno ama al otro
es
decir, cuando ambos lo sabemos
ella,
no ha dejado de abrazarme,
y yo,
de aferrarme fuerte a sus hombros
(si no
es lo mismo)
cuando
se marcha, o en cualquier caso,
cuando
es arrastrada,
hay
una recopilación de maldiciones
y
puedo morir, puedo perderme,
puedo
caer
sin
embargo, hay algo que me dice que
en el
último suspiro
ella
llegará, con sus ojos fértiles
y
palabra sedosa y abrazo cálido. tal vez.
pero
uno de estos días, podría no llegar
sin
culpa, sin salvación
y caer
el fin. podría
pero
uno de estos días:
tendré
una recaída de razón
y me
volveré un hombre más
la
tomaré de la mano
y la
sacaré del hospicio insensato
ya
afuera, en el mundo ordinario
le
pediré que se calle,
y me
callaré también yo
así,
olvidaremos quienes somos
y
podremos perdernos para siempre.
tomados
de la mano eso si.
(Poema extraído del libro "La última estación" - Editorial Zignos - 2008)
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