LA PRIMERA ESTACION

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16.11.09

SAMACA: EL PARAISO EN EL DESIERTO

("Camino a Samaca" Foto by: Helmut Jerí)
Unas dos semanas antes de fin de año había resuelto que el 2009 lo recibiría de manera especial, o por lo menos que el 2008 terminaría de manera especial, cansado de los lugares de bullicio, las peñas y discotecas, quise perderme en un lugar distinto, lejano de esta deprimente jaula de cemento llamada ciudad, y así tenia que ser, llevaba 6 años bailando hasta las 8 de la mañana en el lugar de siempre, con la misma gente, la misma música y por último la misma camisa porque siendo amarilla no había otra ocasión para usarla, y nadie recordaría que el año anterior ya la tenia puesta.

Partimos el miércoles 31 por la mañana y nos internamos pronto en los áridos parajes del valle central de Ica, con un calor asesino, cientos de baches y badenes, a mas de 90 Km. Por hora el auto y las emociones a 459 km. nos apuramos en la insondable ruta hacia ese paraíso escondido llamado Samaca.

La primera sensación que tuve al llegar fue de nostalgia cuando percibí el olor de mis años mas gratos en Coracora, ese olor tan peculiar de la bosta de las vacas que me devolvió 20 años atrás, cuando era feliz entre los pasajes de una inmensa casa y la verde extensión de una chacra que supe disfrutar, entonces entendí que había resuelto acertadamente cuando elegí donde recibir el año.
Con el transcurrir de las horas supe que habían muchas mas razones para ser feliz allí, corrales de patos y gallinas, árboles de diversos tipos, insectos sospechosos, paredes de adobe, piedras, aire puro, perros sin pedigrí, roedores con pedigrí, llamas, cientos de pájaros revoloteando entre los árboles, molinos de viento, lagunas, hamacas, una casa en la que nunca se sabe si se está dentro o fuera a decir de un arquitecto cuyo nombre no recuerdo, cientos de motivos pre-colombinos genuinos, y la sensación latente de estar dentro de las fauces de lo que alguna vez fuera un inmenso mar.

Aquella tarde disfrutamos de un gran almuerzo cero condimentos, deslumbrados por la magia del lugar, sin saber que el espíritu se asienta después de por lo menos 3 días en el lugar (según testimonio del propio Alberto Benavides, dueño de la hacienda).

Pasadas las 4 de aquella tarde, nos refundimos sin rumbo fijo admirando todo los rincones posibles, guitarra en mano tarareamos lo que el corazón nos dicto, repasamos los parajes rústicos del lugar, admiramos a MAJA un pequeño hombre de largos cabellos que pasa gran parte del día y la noche en transe al ritmo de un pequeño tambor que toca a ojos cerrados rindiéndole culto al viento, a la tierra, a las estrellas.

El salitre es fuerte como en el mismo mar, el viento poderoso se filtra por las hendiduras de puertas y ventanas y remece las plantas dándole un ambiente místico a todo, los grillos cantan sin parar como en los andes, entonces a esas alturas de todo pude decir sin dudar ¡Este lugar esta de la puta madre! Y correr aquí y allá como un animal suelto.

Eran las 6 de la tarde, y aquellos que no estamos acostumbrados a las largas jornadas nocturnas nos echamos a reposar, para soportar la embestida de licor que se venia preparando para la medianoche al llegar el nuevo año.
Nos levantamos mas tarde con las campanadas para la cena, la misma que suena para cada comida, como para levantarse, y que indica que todos debemos estar en la mesa a la misma hora, es de cumplimiento obligatorio, porque en Samaca se procura mantener ciertos hábitos que en la ciudad se han perdido por cuestiones de tiempo, trabajo, o simple indisciplina. Se intenta ser una familia.
Después de la cena nos fuimos a nuestras habitaciones a prepararnos para recibir el año, algunos seguro con sus trajes nuevos, yo no tenia nada nuevo, pero eso es lo de menos cuando estas en un lugar tan límpido, entramos y salimos de las habitaciones sin mayor demora, y nos reunimos en la entrada de una despensa cerrada, nos acomodamos entre los adobes y volvimos a insistir con la guitarra y la música, volvimos a cantar, hasta que el viento se llevo nuestras voces a las quebradas mas lejanas del valle de Ica y un llamado desconocido nos citaba al museo de sitio para compartir una fogata junto a los demás invitados, así que allí estuvimos, un poco intimidados ante la presencia de gente de verbo prolijo, poetas eximios que derramaban verso en cada intervención mientras yo, no puedo memorizar menos declamar mis propios escritos, así que procuré pasar desapercibido con el fin de no ser sorprendido a pedido del propio Alberto Benavides pues de pedirme declamar algún verso hubiera sido tristemente vergonzoso decir “no me se mis propios poemas” o hubiera tenido que declamar el único verso que llevo memorizado: “ Mi poesía será un misil cuando vuelvas a mirarme”…
Entre rondas chacchando coca, bebiendo pisco y sorprendiéndome felizmente con cada frase sabiamente proferida por Alberto o con alguno de los mejores poemas de la galera de los grandes, pasamos horas calidas, fui soltando la tensión cuando entendí que la cosa no venia forzada si no voluntaria, de cualquier forma no dejaba de repasar mentalmente “Mi poesía será un misil cuando vuelvas a mirarme”…
Alimentamos el fuego con pequeñas ramas secas una y otra vez hasta que poco a poco fue reduciéndose el tropel previsiblemente con destino a las celebraciones de medianoche que ya se acercaban, así que optamos por el mismo camino, o quizá dormir un poco para soportar los embates bacanales.


En el camino nos topamos con el travieso Huayco, un can sin abolengo pero con un talento insospechado como ya se verá mas adelante, pregunté por que lo llamaban así y de inmediato lo descubrí sorprendido al ver como se deslizaba graciosamente de panza en cada bajada o pendiente del camino y me repetía una y otra vez, todo es especial en este lugar, hasta huayco.
Las habitaciones que nos habían asignado, no estaban tan desocupadas como creíamos, pues unos pequeños huéspedes se manifestaron cuando los sorprendimos con la luz de esa hora, pequeños y traviesos pericotes se dispararon por inciertos rumbos al sentirse descubiertos, pero es Samaca, todo es natural y posible, eran habitaciones compartidas, o en cualquier caso nosotros éramos sus invitados, nos recostamos un momento para esperar reparados la llegada de las 12.

Cerca de las 12 de la noche las voces y los murmullos se fueron extendiendo en derredores, ya se sentía la emoción de la medianoche, acabamos con la siesta, nos abrigamos bien y partimos con nuestros mejores deseos al comedor, mientras en el camino como en un peregrinaje se iban uniendo desde distintos puntos de la hacienda en la misma ruta a la parte principal del lugar. Llegamos al comedor ya en muchedumbre, allí nos esperaban botellas de vino y pisco, bandejas de algarabía, y sacos de música, y nosotros llegamos, así simples como siempre, con esa presencia discreta de poeta encaminado y nos echamos a disfrutar la velada entre copas y canciones al son de “Purumpa” el grupo creado por Alberto Benavides e integrado por dos amigos de la zona alto-andina del Perú con un talento inusitado para la música, interpretes de celebres poemas musicalizados de Alberto, amigos con los que bailamos y cantamos al ritmo de “María García”, “gotitas” y “harawi” una, dos y tres veces, y tantas muchas mas, hasta perder la cuenta.
Después de muchos años, disfruté realmente la llegada del nuevo año, y fue un año realmente nuevo, bailé, canté y entonces supe que también me había enamorado. Fue un nuevo año, buen año, nuevo año.

Al día siguiente las consecuencias de la guerra fueron evidentes, cuerpos inconcientes regados por doquier buscando tal vez un milagro del dios sol para reponerse, o que el waira milagroso se lleve los rezagos del alcohol y la mala noche, nosotros mas bien reparados por quien sabe que, nos fuimos en busca de una maravilla de la hacienda, todos lo habían mencionado ya, faltábamos nosotros así que nos encaminamos hacia el lago de Samaca, y en esa búsqueda nos perdimos por diversos senderos, preguntamos a los arrieros imaginarios, como en la mejor de las rutas de la sierra, hicimos la prueba del dedo mojado al aire para dejarnos llevar por el viento, rastreamos huellas, tratamos de olfatear ese aroma a oasis, nos volvimos a perder, y tanto insistimos que termínanos encontrándolo, pleno, hermoso, calido, indescifrable, albergando a cuantas especies de seres desconocidos innocuos pudiera, entonces recordé que no sabia nadar, lo admiré, agradecí callado el haberlo encontrado, haberlo conocido.

Y el tiempo se detuvo, o pasó sin que lo notáramos, luego de un reposo eventual, optamos por disfrutar con menos rigidez lo que teníamos por delante, caminamos, hablamos, volvimos a cantar, nos internamos en el museo de sitio una vez mas, nos sacamos muchas fotos, jugamos y hablamos estupideces con total despreocupación como cuando se alcanza un estado de felicidad absoluta, nos volvimos niños, trepamos a un sube y baja, jugamos en el sube y baja, fuimos un poco mas felices todavía, hasta que la tarde cayo con una brisa bastante suave que nos llevó hasta la hamaca para echarnos una siesta muy al estilo caribeño, es decir pasamos la tarde en una hamaca de Samaca, yo tomé una manzana libre de DDT y dormité un poco entre mordisco y mordisco.

El tiempo restante lo vivimos de la misma forma, holgada y despreocupada entre actividades espontáneas y ocurrencias pueriles, entre el ocio total y las ideas locas, había olvidado por fin las tensiones del trabajo, había conseguido por fin, quitarme de la cabeza la ciudad y la rutina, definitivamente otra vez era feliz.

…Se armaron los equipos de manera casi espontánea, lamente mucho no haber traído las zapatillas adecuadas para jugar, me provocó y lo volví a lamentar, por que tuve que contentarme con ser un simple espectador desde ese tronco lleno de hormigas apostado a un lado como tribuna en primera clase, solo me quedaba mirar el vaivén del balón, con las típicas y previsibles jugadas mas o menos emocionantes de un típico partido de fútbol de esta época, hasta que de pronto sucedió lo inesperado.

¡ATENCION, ATENCION! cambio en el equipo A, hace su ingreso al campo de arena camiseta Nº 8, el gran Huayco ( las tribunas aplauden y lo ovacionan ole ole ole ole, Huayco, Huayco) y Huayco que entra enajenado como un toro a la cancha, se hace sobre el balón, una, dos, tres piruetas, quita el balón, la domina de cabecita, la baja, la toca, una huachita, amaga izquierda, derecha, se cae y se pone de pie, la tribuna goza y ríe, lo aplauden, se ponen de pie, el gran Huayco a entrado a hacer de las suyas en el campo de juego, no suelta el balón hace mas de 10 minutos de pronto los jugadores se cansan del baile del crack de la Nº 8 así que optan por echarlo señores y señoras, cogen un pequeño trozo de madera y espantan a la súper estrella, la tribuna se pone de pie y reclama, Huayco se siente alentado y vuelve al ataque, y coge el balón la domina una y otra vez, se le nota un poco cansado ya, pero es un jugador preparado para grandes contiendas así que sigue con los magistrales regates, cabecitas, huachas, solo falta la chalaca señores, pero un momento, que sucede, el publico se paraliza, los jugadores de ambos equipos se quedan atónitos, Huayco deja el balón abruptamente y corre raudamente, pero no se va a camerinos, increíble amables seguidores del deporte rey Huayco se mete en una vieja llanta repleta de agua sucia y se da un chapuzón estupendo, eso era, la súper estrella tenia q refrescarse luego de tremendo esfuerzo así que da varias vueltas en la improvisada piscina para beneplácito de la fanaticada apostada en las tribunas que ríen a mas no poder, sin embargo el partido seguirá sin el engreído de las masas.

La pelota va y viene, bostezamos un poco, nada diferente, sentados bajo el sol, el vaivén del balón, desde ese tronco lleno de hormigas apostado a un lado como tribuna en primera clase, hasta que de pronto sucedió lo inesperado.

¡ATENCION, ATENCION! Y Huayco que levanta a las tribunas con su regreso triunfal, llama la atención de inmediato por que trae la panza de otro color, no, no es la camiseta del equipo de sus amores, es el verdor que yacía empozado en la vieja llanta, ahora hay mas razones para que huayco eluda la marca, los rivales le abren paso, nadie lo quiere marcar, huayco hace de las suyas como nunca, mientras el viento va secando la pechera de algas que con orgullo luce el gran jugador, amaga una y otra vez, hace maromas, salta, cabecea, una huacha y otra mas, hace una bicicleta, un taquito, y de pronto se detiene, da media vuelta, y todos saben lo que tiene pensado hacer, huayco prefiere su vieja llanta, la tribuna se pone de pie desilusionada y se marcha, Huayco ha cambiado de deporte, ahora se dedica a la natación.

La última actividad seria de aquel viaje inolvidable fue programado para aquella noche, nos comunicaron que se daría una gran poetonada, así que nos preparamos para la ultima gran jornada.

Aquella noche ubicados alrededor de la mesa de banquete con copas de pisco y coca seca para chacchar’ se inicio la maratón poética, se eligió sin preámbulos el sentido a seguir y así fueron saltando y dejándose llevar por el temperamental viento de esa hora decenas y luego cientos de versos, construcciones mágicas de lírica, casas hermosas repletas de poesía, o simples frases y palabras que entrelazadas supieron conmover, hacer reír, emocionar, y también recordarme que me había enamorado mientras leía algunos poemas de "La última estación".
Aquella misma noche, luego de la poetonada, mientras la mayoría se quedó a seguir bebiendo nosotros preferimos buscar aventuras distintas, bueno, caminar una vez mas, pero caminar siempre tiene pasajes nuevos, caminar siempre es una aventura diferente, bajo la luna llena, mucho mas, al son del viento del desierto y con el marco musical de los grillos y aves nocturnas, incluso muchísimo mas. El frío nos devolvió con cierto apuro, sin embargo la noche parecía aun larga para dormirse, así que entre propuestas tibias y poco convincentes terminamos tomando clases de baile, flamenco, zamba, saya y algún otro ritmo espontáneo que cayo libre, libre como el viento de Samaca.

El último día fue corto, tuvimos que llamar un taxi para poder volver a la ciudad, con las tensiones propias del retorno, con la pena del regreso y la desalentadora sensación de saber la vuelta al mundo de los mortales, al ruido, la contaminación y el cemento, triste mundo, como pasar del edén al parnaso.
Antes de partir dejamos unos libros en la mesa para el recuerdo, Alberto Benavides con su cordialidad de siempre nos recordó que Samaca requiere de algunos días para ser digerido realmente, sin embargo las obligaciones de hombres citadinos nos habían cortado ya las alas, teníamos que volver. Lo último fue una lección de botánica que nos regaló el mismo Alberto, nos presentó una decena de árboles y plantas que desconocíamos, todos con una historia especial, un nombre, un fin, y varios estudios detrás para entender su procedencia y propiedades, nos sorprendimos una vez mas, yo corroboré una idea que rondaba por mi cabeza hace mucho, mi admiración por Alberto Benavides, mi fascinación al escucharlo hablar, al verlo amando la naturaleza y odiando en la misma medida la debacle del hombre solo podía deberse a su semejanza con otra alma parecida, la de mi padre, en ese momento entre árboles de huarango y tomatillos silvestres volví a tener cinco años en el jardín de la casa de Coracora, mirando y oyendo a mi padre mientras me explicaba como hacer un injerto de pera en un manzano, la nostalgia me invadió, recuerdos y melancolía van de la mano dicen, hasta que llega el taxi y tienes que partir. Adiós Samaca con tu olor a mar, con tus molinos de viento que generan energia electrica, con tus insectos unicos no vistos en ninguna otra parte del planeta, con tu perro futbolista y tus pericotes hospitalarios, adios Samaca paradisiaca y gracias por devolverme a mis mejores años, gracias por alimentarme de maná, y por mostrarme que el amor no me era tan esquivo.

Apretados hasta el adormecimiento, regresamos como pudimos, siete personas en un auto para cinco no era poca cosa, pero valió la pena.

Hoy, casi un año después de aquel fantástico viaje, rememoro esos pasajes estupendos, quizá sea posible volver, recordando una vez mas que en Samaca, es posible todo, incluso enamorarse…


"Dia de la dependencia" poema extraido del libro "La última Estación" de Helmut Jerí Pabón.


2 comentarios:

  1. Hermoso relato... Ciertamente leyéndolo uno retorna en el tiempo a lugares y momentos queridos. Despierta las ganas por conocer el lugar y dejarse llevar como el autor, por su magia natural.

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