(Foto: "Plaza Jorge Chavez" - Coracora) |
Cuentan algunos paisanos, que todo empezó en una de las verbenas de aniversario de Coracora, la fiesta se celebraba en la plaza de armas como cada octubre. Pasada la medianoche, se bailaba con desgano y se bebía sin entusiasmo, las actividades eran las mismas desde hace cinco décadas, algunos miraban con desdén y aburrimiento desde un rincón, era igual hace tanto, que ninguna emoción cambiaba el tedio, pero en aquella ocasión, se escribió otra historia...
Un pequeño bus irrumpió en medio de la plaza,
y ante el repentino arribo, cayó un silencio absoluto, de inmediato se abrieron
las puertas bajo la atenta mirada de los que se encontraban en el lugar. La
sorpresa fue mayor cuando vieron la robusta figura de Remigio Figueroa -el alcalde
- bajando del bus, lo hizo raudamente, nada menos que seguido por un séquito de
mujeres exuberantes, ataviadas con minúsculas prendas, a las que sin mayores
preámbulos, presentó como las gatitas
animadoras, y por supuesto puso a disposición de las masas con uno de sus
conocidos mensajes demagogos:
- ¡Mi gente no puede aburrirse durante su aniversario!
mientras un coro lo aclamaba a voz en
cuello. Entonces, se levantaron los abúlicos, los deprimidos, los ancianos y
hasta los muertos, en segundos, hordas de machos de todas las edades y estados
civiles, rodeaban a las hembras como si de una migración de aves se tratara, se
formaban colas para bailar y riñas eventuales, las botellas de cerveza y los calientitos comenzaron a circular a
velocidades impropias y hasta las damas menos agraciadas pospuestas por las sensuales
gatitas, se beneficiaron ya que entre espera y espera eran invitadas a bailar
para no perder el ritmo, de manera que un jolgorio general se hizo del pueblo,
nadie recordaba que antes se hubiera gozado como aquella noche, eterna y
febril, nadie se quiso cansar, todos tenían dinero para beber, es decir, la apatía
de los asistentes había dado un vuelco a razón de 12 mujeres despampanantes de
quienes nadie se interesó en saber siquiera el origen. Si las había traído el
alcalde, no había nada que preguntar.
La jarana se prolongó hasta bien entrada
la mañana, se trataba de una post-guerra, habían cuerpos tirados, algunos
solos, otros anudados con otros cuerpos también caídos en combate y otros
sobrevivientes aun en pie y que en las postrimerías del bacanal terminaron
yéndose con la docena de gatitas animadoras, seguramente por un precio módico a
quien sabe dónde, posiblemente para llevar a cabo labores de orden científico donde buscarían demostrar que en términos de materia, un cuerpo si puede ocupar
el mismo lugar que otro.
Después de aquella noche, en todo Coracora no
se hablaba de otra cosa, mujeres y hombres, grandes y chicos, jóvenes y
ancianos, puritanos y pecadores, todos, con sus propias versiones de los
hechos, chismosas que aseguraban haber visto a las gatas copulando bajo el umbral de la iglesia, hombres que se
jactaban de haber sido los artífices de tal sacrilegio, muchachitos narrando
entre amigos historias
memorables sobre un supuesto debut de
ensueño en manos de las felinas lascivas, ante lo cual por supuesto, el alcalde
pudo seguir regodeándose:
– ¡Le
he dado vida a mi tierra! –.
Algunos días después,
la fiebre había bajado, de las gatitas no se sabía más, sin embargo, un nuevo
rumor empezó a circular entre la gente, se decía que el alcalde había sido
visto con el falo erecto por varias horas, durante la inauguración de una obra en
el distrito de Chumpi, detalle del que además, parecía no haberse dado cuenta.
La ola del rumor creció porque en poco tiempo otras personas fueron sindicadas
por el mismo motivo, el subprefecto, algunos docentes del colegio 9 de
diciembre e incluso el cura del pueblo. Aparentemente ellos tampoco denotaban incomodidad alguna.
Se tejieron distintas versiones, para algunos el asunto era irrelevante
o accidental, pero para otros parecía ser un tema de preocupación pues en poco tiempo, una veintena
de hombres del pueblo caminaban con los miembros notoriamente exaltados, un
suceso extraordinario que por supuesto, no podía pasar desapercibido en un
lugar tan pequeño.
No tardó en hablarse de algún embrujo, de alguna maldición sodomica; no obstante, mientras un grupo de voluntarios se ofrecía para las indagaciones, el mal se había extendido peligrosamente alcanzando a las mujeres, en lo que parecía ser una suerte de animalización absoluta. Las calles se habían convertido en escenarios casuales de diversos actos deliciosamente escandalosos: amas de casa que salían a hacer las compras con los senos descubiertos, ancianos sin pantalones y adolescentes onanistas regando esperma en cualquier avenida o plaza, al ritmo de las parejas que copulaban libremente y a plena luz, debajo de los árboles o en la entrada del mercado. Sucesos con alta dosis de perversión podían sucederse a cualquier hora y en cualquier rincón...
(Fragmento del relato "Pervertiditis aguda" extraído del libro de relatos "Cuentos del cuerpo")
Muy bueno!!!
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