LA PRIMERA ESTACION

ESCRIBIR PARA SER ESCLAVOS, LEER PARA SER LIBRES...

18.1.11

CUENTOS DEL CUERPO

("Serie: Desde el vacío" foto By: Ernesto Guzmán - México)
EL CONFESIONARIO:
- Soy un católico promedio y no tengo noción exacta de la envergadura de un pecado, pero sospecho que el mío es de los más serios –
– ¿Por qué lo dices hijo? –
– porque he sido preso de la lujuria padre -
–Pero hijo, todo pecado tiene perdón, en la medida en que uno se arrepienta –
- Pues ahí está mi problema padre, yo no estoy arrepentido en absoluto, de hecho en realidad he venido con la esperanza de que me diga, que no hay perdón para mí y que de todas formas aunque no lo vuelva a hacer, iré al infierno. Tengo la esperanza de no tener ninguna esperanza -.

Sucedió hace algunos días, Salía de un bar con varias copas encima y como mi casa queda bastante cerca, me fui caminando.
A poco de llegar, me topé con una mujer finamente ataviada y completamente ebria, intentando pararse. Me acerqué para darle una mano y visto que le era imposible incluso ponerse de pie, me ofrecí ayudarla. Guiado por sus instrucciones ininteligibles, pasamos algún tiempo dando vueltas insulsas, pero finalmente, llegamos a la que debía ser su puerta, a razón de una parada abrupta. El trajín de la caminata insulsa, parecía haberle devuelto la cordura ligeramente, pudo buscar sus llaves con cierta rapidez e incluso dar algunos pasos sin tambalearse, pero de cualquier forma, ofrecí entrar con ella.
Pasamos por una sala oscura, tentando sin mucha suerte el interruptor en las paredes. La oscuridad total, me impidió ver qué dirección había tomado su cuerpo al tropezar, solo sentí el estruendo del golpe seco y un quejido. Nuevamente tenté en tinieblas, esta vez a gatas, buscándola en el piso, hasta que di con sus pies descalzos, me acerqué para ayudarla. De pronto, unas manos delicadas pero muy seguras, se adosaron a mi espalda, me apretaron fuertemente y me halaron con una violencia de carácter estrictamente sexual.
Me llamó Beto, me llamó su juguetito ardiente, me llamó su conejito eléctrico. Sorprendido por los hechos pensé zafarme y decirle que ni era Beto ni nada parecido, sin embargo, una parte de mi cuerpo peleo contra mi sentido ético y terminé cediendo. Entonces fui Beto, Manuel, Esteban, juguetito, aparato, cosa, conejito, toro y tigre. Le arranqué el vestido y le hice el amor como si fuera mi propia mujer, hasta tuve la sensación de que la química fluía entre nuestros cuerpos deseosos, la conduje por diversos pasajes de la carne, ella, obedeció dócilmente y de cuando en cuando me sometió también a sus antojos de piel, siempre bajo una lista de nombres y sobrenombre que parecía ser un registro de amantes de turno. Y por aquella noche, tal vez fui todos.
Habíamos llegado al pico máximo del placer, revolcándonos como podíamos, ella había recuperado los sentidos completamente, pero el goce era tal, que al igual que yo, prefirió disimularlo y continuar fingiendo cierta inconciencia.
Un golpe severo en la puerta nos hizo saltar, la silueta de un hombre hacia sombra en la entrada principal, no pronunció palabra alguna, pero cuando noté el perfil del cañón de un rifle dirigiéndose hacia mí, comprendí que se trataba del marido. Salté como una liebre y traté de esconderme donde pude, sentí las balas rozar mi cuerpo, pero finalmente gracias al manto de oscuridad, pude huir del lugar, encarnando cabalmente el papel de conejito eléctrico…

Como le decía padre, lo malo no fue lo que hice, si no, que quisiera volver a hacerlo, esa mujer era un volcán en pleno y ahora sumado el libido de lo prohibido, creo que una de estas noches, iré a buscarla.
- Dime hijo, ¿eso sucedió el sábado pasado? -
-si padre, el sábado pasado –
-¿Cómo a las tres de la mañana? –
 – si padre, como a las tres de la mañana - .
 – ¿En la calle cipreses? -.
– Si padre, en la calle cipreses -.
– ¡pero hijo! –
 – ¡padre! –
 - ¡hijo! –
 - ¿padre? –
-¡Hijo…de puta! te voy a matar! –
 – Pero padre, usted… –
 – Ven aquí pedazo de cabrón, que te voy a matar! –
 – Pero usted es un sacerdote –
 - ¡Pero también soy hombre, pedazo de maricón te has tirado a mi mujer! –
–Padre –
–hijo-
– Padre-
– De puta-
 - ¡Padreeeee! –
 -¡Tu madreeee!-.

LA PRIMERA VEZ:
Bajamos a lo más profundo del bosque, solo un hilo de luna iluminaba el camino, tambaleando de rato en rato, entre risas y piropos de grueso calibre. Cuando sentimos que habíamos alcanzado un rinconcito inexpugnable para la humanidad, nos detuvimos, apenas podíamos vernos en forma de sombras tenues, pero con la esperanza de que dos cuerpos encendidos sean suficientes para iluminar cuatro o cinco millas a la redonda.
Dimos algunas vueltas en derredor buscando un espacio que nos fuera cómodo, entonces hallamos un pequeño montículo que llamó nuestra atención. Era un pequeño cumulo de paja que se nos hizo atractivo como un colchón, nos desnudamos con premura, acomodamos la ropa sobre la paja y luego de algunas combinaciones químicamente sinérgicas, nos tumbamos sobre la cama improvisada, dispuestos a liberar nuestros más altos instintos, convencidos de que los bajos, son asunto de adolescentes.
Cubiertos por el manto de un cielo estrellado y rodeados por decenas de eucaliptos, nos entregamos al vicio de la carne, ella por primera vez, y yo secretamente, también. Procuré fingir maestría, hasta que un destello de amor ya concebido, terminó instruyéndonos y mostrándonos que la verdadera vía del placer, es la que discurre ineludiblemente bajo una capa bautizada con el curioso nombre de miocardio.
Los pequeños destellos de luna que se filtraban entre nube y nube me permitían en ocasiones disfrutar de la tersura de su cuerpo joven, el sudor le daba una nota lírica, disfrazándola de pétalo albor y yo, no sé cómo me vería, pero sus ojos reflejaban cierto deleite que me daba la confianza para seguir sendero al limbo.
Un estruendo hizo estallar la esfera que nos envolvía románticamente, nos quedamos quietos para identificar el origen del sonido que se aproximaba cada vez más, primero nos pareció el galopar de un caballo, luego nos pareció que se trataba de varios caballos, debía tratarse de un tropel pasajero, de modo que nos recostamos inmóviles para evitar la vergüenza. Podíamos sentir el rumor de los cascos a metros de nosotros y pronto incluso al lado. Esperamos su paso casi sin respirar, atentos para volver a la carga y resolver los asuntos pendientes de la piel. Entonces, los cascos se transformaron en imágenes acuosas inconmensurables, nos vimos arrasados por un monstruo inmenso de agua, lodo y piedras. Era demasiado tarde para darse cuenta que habíamos usurpado el lecho de un rio, era demasiado tarde para darse cuenta que no eran cascos de caballos. Nos cogimos las manos a tientas, soportando los vuelcos incesantes, hasta que logramos aferrarnos a una rama en uno de los márgenes, mientras que un tronco que pasaba cerca, nos concedió el milagro providencial de seguir viviendo, se atascó al lado, cambiando el curso de todo lo que venía en dirección nuestra. Pasado el primer alud me arrastré en la hierba y la jalé conmigo, ya no la sentía moverse, intente aproximarme un poco más hasta que perdí la conciencia.
Al recobrar el sentido, vi a dos personas dándonos auxilio, estábamos salvados. Busqué su mano, la tomé fuertemente pensando lo cerca que estuvimos de perdernos, por culpa de la paja.

CASI LA PRIMERA VEZ:
Nos besamos apasionadamente apoyados en cada poste y cada puerta de aquella cuadra, mejor dicho nos  besamos cada dos metros, mejor dicho, solo nos besamos en el primer poste y la primera puerta, a partir de allí, ella me besó, pues yo andaba enfrascado en una ardua batalla contra los botones de su blusa, con la desventaja de la oscuridad y del cimbreo incesante de su cuerpo que me impedía atinar con los ojales, fui derrotado, jamás pude con la blusa, pero ciertas artimañas me permitieron el elemental objetivo de sacar sus pezones para tenerlos a merced mía y alcanzar la maravillosa regresión al ser lactante, al cual no se le puede negar la teta. La izquierda sobre todo.
Rodamos de pared en pared, aprovechando la soledad de las altas horas, ella quiso proceder de conformidad con los códigos de las parejas decentes, besándome en orden alfabético, pero mi boca babeándole el pecho y mis manos apretándole las nalgas le recordaron que ni éramos pareja, ni éramos decentes, de manera que me dio el alcance rápidamente, nos encontramos en el atajo de la ropa interior y nos desbandamos sin más reparos. Dejamos que nuestras manos vayan a tientas entre piernas, y el algún momento alcanzamos estimulaciones sincronizadas, gemimos en coro y casi bailamos el son del delectatio cardinis. No quise preguntarle por vergüenza, pero supuse que el chorro deslizándose en mi mano izquierda era la estela de un orgasmo.  Fuimos avanzando en la cuadra, ahuyentados por las puertas que se abrían de vez en cuando, pero nunca dejamos el juego vertical, bastaba encontrar algún nuevo recoveco pasos más allá, para restaurar el fuego con el que dorábamos la carne.
Cuando el asunto llegó a niveles volcánicos, le propuse buscar un rincón más aislado y horizontal donde continuar, no me dijo que sí, pero como tampoco se negó, la tomé de la mano y la llevé sin más protocolos calle abajo, buscando un espacio donde liberar la lava que nos chorreaba hasta por las orejas. Tardamos más de una hora en encontrar el espacio apropiado, sobre todo porque cada medio minuto, nos deteníamos para avivar la llama. Llegamos a las inmediaciones de un paraje mágico, una especie de bosque ubicado junto a un rio caudaloso, oscuro de punta a punta, salvo en la parte alta, donde se podía divisar el flamear de unos eucaliptos gigantes. Cansados de las interrupciones y los vaivenes, resolvimos no avanzar más, allí mismo desgarramos la ropa y nos dispusimos sobre la hierba para terminar lo pendiente,  no se lo quise comentar por vergüenza, pero traía una emoción especial, sería mi primera vez. Un alarido terrible, irrumpió mi primer intento de adentrarme en ella, se puso de pie de golpe, sin dejar de gritar, se replegó trémula detrás de mí. Algo la había aterrado. Extraje una pequeña linterna que llevaba siempre en el bolsillo y alumbré el que había sido nuestro pequeño lecho, con la guardia alerta, pensando en alguna alimaña. Mis ojos se llenaron de espanto al ver dos cuerpos tirados, completamente desnudos y lacerados, pidiendo auxilio.
Nos vestimos a medias, los envolvimos con la ropa que no nos era indispensable, ella se fue a pedir ayuda, yo me quedé dándoles auxilio.
Cuando volví a casa, fue inevitable pensar en lo cerca que había estado de mi primera vez.

LA REINA:
Las gemelas Micaela y lucero acababan de cumplir años. Aquel día después de la fiesta corrieron a sus habitaciones y desgarraron sin piedad cada envoltura de papel que se opuso entre ellas y los obsequios, felices, disfrutaban del momento que más les gustaba de sus cumpleaños, además, en casa era costumbre entregar los regalos sin tarjeta y eso sumaba en sus expectativas.
De pronto, la atmosfera de felicidad estalló por un grito lastimero, era Lucero, que en poco, yacía tirada de bruces, desconsolada, pues a su carrito verdulero, le habían sustraído alevosamente una pieza, fue notorio porque el empaque estaba roto. Las pesquisas arrojaron que se trataba de…

En la víspera del cumpleaños, pasé por el supermercado para las compras de rutina, y en el paso por la juguetería, recordé que tenía los regalos pendientes. Recorrí todo los módulos buscando algo que pudiera satisfacer el gusto peculiar de las gemelas y no fue hasta el final, en que encontré un pequeño coche repleto de verduras en miniatura. Me pareció que era el regalo perfecto…

Todos los adultos de la casa asumieron el papel de agentes secretos, la ya tradicional premiación “el rey del regalo” quedó pospuesto hasta nuevo aviso,   ante tamaña ofensa de la que había sido víctima la pequeña. Iniciaron las investigaciones analizando los perfiles de cada miembro de la familia, a fin de determinar con cual coincidía un regalo de ese tipo…

Llegué a casa cerca de las nueve de la noche y me fui directamente hasta mi habitación, dejé los paquetes sobre la cama, me di una ducha tibia y luego volví por los obsequios para envolverlos, rápidamente terminé con el primero de ellos, pero cuando me disponía a hacer lo mismo con el segundo, una sensación extraña me detuvo…

Se convocó a asamblea general con carácter obligatorio a todos los miembros de la casa, la reunión tuvo cita en la sala principal y se hizo la pregunta directamente. Como nadie quiso dar el paso al frente voluntariamente, se procedió mediante el descarte de acuerdo a la edad, de mayor a menor…

Observé detenidamente la bolsa, algo dentro de ella había captado mi atención, pero no sabía que era exactamente, le di algunas vueltas, buscando aquello y como con el empaque cerrado me era imposible encontrarlo, lo rompí y lo vertí sobre la cama, esparcí el contenido, entonces mis ojos se iluminaron y mi cuerpo vibro de emoción…

La abuela manifestó su indignación, como era posible que se le faltaran el respeto sometiéndola a cuestionamientos de ese tipo, tenía razón, a su edad ya no estaba para esos jueguitos infantiles y como matriarca de la familia recibió las disculpas del caso y se procedió con el siguiente en orden de edad…

Un cuerpo alargado y suave había pervertido mis sentidos, ya no era solo un juguete ahora era un símbolo fálico por excelencia, tenía la forma, tenía el grosor y yo, tenía mucho tiempo sin sentir el calor de otro cuerpo. Devolví las demás piezas a su empaque y le dejé una abertura para devolver la que había tomado prestada…

El tío Rubén también se hizo el ofendido, pero sus antecedentes de falta de cordura ponían su palabra en tela de juicio, pudo haber extraído la pieza simplemente para sembrarla en el jardín de la casa, sin embargo, como otra de sus manías era guardar cuanto papel llegaba a sus manos, sacó el recibo del regalo que él había comprado y con ello quedó librado de cualquier sospecha…

Apagué las luces me quite la toalla húmeda y me estiré sobre la cama, cerré los ojos y me dejé llevar por todo lo que mi imaginación me permitió alcanzar, recordé a mi último amante meses atrás, luego recordé a los anteriores y a veces, malee la memoria de manera que los pude recordar al mismo tiempo, juntos, rodeándome cuatro o cinco de ellos, tocándome cada rincón y llenándome completamente, en tanto, la pieza de juguete iba repletándome la vulva…

El tercero en la lista fue el tío Eduardo, el más bonachón de la casa, pero también el más tacaño, tanto, que podía haber devuelto la pieza con el fin de conseguir una rebaja, sin embargo, confesó que sus obsequios fueron los dos pares de medias. El más barato de los regalos, no quedó duda, decía la verdad…

Mientras construía en mi cabeza las historias más aberrantes, mi cuerpo tomó la decisión deliberada de hacer con el juguete lo que quisiera, de manera que cuando me di cuenta, tenía la mitad dentro, mientras la parte que restaba, iba perdiéndose lentamente en los resquicios de mi zona candente y en poco, apenas podía ver fuera, una pequeña punta para sujetarlo…

La siguiente en el orden fue la tía Rosaura, que además era la menor de las hermanas, era de lejos la más cuerda y sensata de la casa, su palabra siempre tenía prestancia y crédito, por lo cual bastó escucharla, para saber que no tenía nada que ver con el asunto…

Después de innumerables corridas y extasiada completamente, saqué el juguete de entre mis piernas y lo tiré a un lado. No me importó la escena ridícula en la que me veía acostada junto a un vegetal de plástico. Quise tomarme un respiro antes de devolverlo al empaque y sellarlo, pero el sueño pudo más…

A los sobrinos nos juzgaron en el mismo proceso, ahora, fueron los mayores quienes hicieron de jurado, nos sentaron en un mismo sillón. El primero en esta lista final fue Juan Manuel, el primo hippie, el cual se vio obligado a confesar que en realidad este año no había tenido dinero para comprar ningún regalo. Con ese testimonio, los últimos dos éramos Daniel y yo…

Me desperté exaltada, se me había hecho tarde para ir al trabajo, me alisté rápidamente, y antes de salir terminé de sellar los regalos para las niñas, fui al salón principal a hurtadillas, y los dejé con los demás. Salí de casa a prisa, con la sonrisa de la mujer que venía de su noche de bodas, quien podía imaginar que mi amante de turno no era si no…

El primo Daniel se defendió describiendo detalladamente las funciones de un complejo jueguito electrónico que había comprado y lo hizo de modo tan convincente que cuando terminó, sentí sobre mí, miles de ojos quemantes, intenté describir mi obsequio, expuse mis buenos antecedentes, pero nada parecía convencerlos, yo mismo estaba convencido de los argumentos de los demás, todo apuntaba en mi contra, cuando de pronto se abrió la puerta de la sala, era la prima Eloisa, que llegaba del trabajo, nos habíamos olvidado de incluirla en la lista de sospechosos…

Abrí mi cartera cerca del mediodía y me di con el vegetal de juguete. Con la premura lo metí en el bolso en vez del empaque. Sonreí agradecida y lo volví a guardar para reponerlo al llegar a casa, total, quien se daría cuenta faltaba una pieza en un juego que traía más de dos docenas parecidas…

Ahora los ojos acusadores cambiaron de dirección, me sorprendí de la poca convicción del jurado, pero no importaba demasiado, la llegada de la prima había sido tan exacta y necesaria que no tenía más que estar agradecido con su providencial aparición. En una astuta maniobra, el jurado obvio los rodeos y protocolos y le preguntaron directamente donde estaba la pieza faltante. Claudia se puso muy nerviosa, el rubor le cubrió el rostro y una hilera de lágrimas se escurrió por sus mejillas, mientras sacaba la pieza de su cartera, preguntó cómo nos habíamos enterado y quien la había visto, pidió perdón y se marchó sollozante a su habitación. No nos dio tiempo para explicarle que era solo un juego de ocio para romper la monotonía del rey del regalo, se perdió visiblemente afectada sin dejarnos contarle siquiera que había sido elegida por unanimidad como la reina…

Entré a casa con sigilo, esperando no levantar sospechas, pero me di con todos los miembros de la familia reunida, esperando mi llegada. Había tomado la precaución de cerrar bien mi habitación y apagar la luz, pero parecía que en la noche alguien me había descubierto. Me sentí humillada, pedí perdón y me marche corriendo a mi habitación, mientras los demás se burlaban de mí, llamándome la reina del elote…

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